Domnino Martínez y Mari Cruz, matrimonio asturiano
misionero en Túnez, con su hijo David, sacerdote en Costa de Marfil
La «evangelización de la tortilla de patata»: así vive este matrimonio misionero entre 300 mezquitas
Durante el Mes Extraordinario Misionero 2019, que se celebro en octubre 2019 se han podido conocer las historias de numerosos católicos, ya
sean sacerdotes, religiosas o laicos, que han dejado todo para anunciar
el Evangelio en cualquier rincón del mundo.
España cuenta con 11.000 misioneros repartidos en 130 países y en la isla de Yerba, en Túnez, es donde se encuentran Domnino Martínez y su esposa Mari Cruz Gutíerrez,
un matrimonio asturiano del Camino Neocatecumenal que tras haberse
dedicado durante más de 30 años a la enseñanza por todo el Principado
decidió responder a la llamada misionera siendo enviados entre una
abrumadora mayoría de musulmanes.
Una iglesia entre 300 mezquitas
Domnino, Doni como es conocido, y Mari Cruz no son los únicos misioneros de su familia, pues su hijo David es sacerdote en Costa Marfil, país en el que se ordenó en 2014 y donde está en estos momentos.
Este matrimonio compareció recientemente junto a otros dos misioneros
y el arzobispo de Oviedo, Jesús Sanz Montes, para hablar de la labor de
los misioneros. En su intervención, Domnino explicó que la parroquia
a la que sirven en Túnez era una iglesia que el gobierno había
convertido en un gimnasio y luego en una biblioteca antes de
abandonarla.
Esta pequeña iglesia, único foco católico de la zona, está rodeada por 300 mezquitas. Y es precisamente en este ambiente en el que se encuentran en esta misión ad gentes junto a un sacerdote, dos familias más, una de Chile y otra española, y dos mujeres provenientes del Líbano y de Francia.
"Hemos abierto las puertas de la iglesia"
“¿Qué hacemos allí? Recuerdo cuando don Jesús Sanz nos dijo en el
envío no nos preocupáramos, qué lo que teníamos que hacer era estar.
Hemos obedecido y estamos, hemos abierto las puertas de la iglesia, físicamente, y esto también sirve pues la gente se cuestiona”, explicaba a los presentes.
Domninio insistió en la importancia de “abrir las puertas” de la
iglesia, ya que “no importa el idioma y lo relevante es lo que se hace.
Además, explicó la importante labor interreligiosa puesto que además de
la mayoría musulmana en esta isla cerca de Libia hay también una
considerable comunidad judía. “Intentamos tender puentes con la comunidad judía y musulmana”, afirmaba el misionero.
"Evangelizando allí donde esté"
Poco a poco se empiezan también a ver frutos concretos. En esta
iglesia de Yerba bautizaron recientemente a una niña de nueve años de
padre musulmán y madre católica. Por ello, cree que hay que “seguir evangelizando allí donde se esté”.
Este matrimonio lleva no más de tres años en Túnez. Sobre partir a la
misión ya siendo mayores y con los hijos criados afirman que ha sido
“una aventura y un cambio importante, fruto de lo que llevamos viviendo
muchos años. Empezamos muy jóvenes con las catequesis del Camino
Neocatecumenal y desde entonces se ha ido formando esa vocación. Los
años de Camino te van descubriendo el bautismo y que todos somos
misioneros. Es más fácil dar testimonio en Túnez que aquí, en el colegio donde trabajaba o con los vecinos. Nuestra misión es evangelizar y posiblemente muchos lo tengan más difícil que yo”.
Evangelizar con la tortilla de patata
En una entrevista publicada en la Archidiócesis de Oviedo, Mari Cruz recuerda que “cuando llegamos nos encontramos con una iglesia que estaba prácticamente cerrada y lo que hemos hecho es abrir la puerta a todo el mundo e invitarles a entrar:
sin importar la religión, si son creyentes o no, y eso es lo que ha
llamado la atención”. Debido a la revolución que se produjo años atrás
se habían quitado la cruz y la campana de la iglesia y el Estado se
había apropiado del templo.
Esta misionera perteneciente a la parroquia oventese del Corazón de María afirma que “hacemos la evangelización que yo llamo de la ‘tortilla de patata’:
invitamos a la gente a casa, le damos nuestra experiencia de
Jesucristo, les contamos cómo nos ayuda en nuestra vida, en nuestro
matrimonio. Eso hace que la gente también se abra a nosotros, nos
cuenten sus heridas. También con los matrimonios mixtos de musulmanes y
europeos que son francamente difíciles. Oficialmente quien se casa con
una persona musulmana debe renunciar a su religión y cuando han visto la
posibilidad de poder volver a entrar en la Iglesia, sin por supuesto
juzgarles, lloran de alegría de sentirse acogidos por el Señor”.
La alegría que viene del Señor
Domnino señala también que “la gente se va acercando cada día más. Lo primero que te dicen es ‘¿puedo pasar?’
y la respuesta siempre es: ‘estás en tu casa, adelante’. A muchas de
ellas tenemos que explicarles los símbolos y te cuentan que aunque son
de Yerba nunca habían entrado porque tenían cierto reparo”.
Además, reconoce que ni son valientes ni es una cuestión de valentía. “Yo soy muy cobarde, pero si es una misión a la que el Señor te llama entonces no tengas miedo como decía San Juan Pablo II”.
Y Mari Cruz afirma que Dios les precede y “nos da una alegría que no
viene de nosotros sino de saber que estamos haciendo su voluntad para
estar, escuchar, acoger. No tenemos grandes pretensiones, sólo hacer
presente el amor de Dios que ama a todos los hombres y sana su corazón”.
Fuente: ReligionEnLibertad 29/10/2019 / or
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