Una vez más el Papa ha recibido al Camino
Neocatecumental y ha animados la obra de evangelización que realiza desde hace
años. ¿Cómo se siente?
El encuentro ha ido bien. Me han emocionado mucho
las palabras que el Santo Padre ha añadido al final, improvisando: ‘Yo me quedo
aquí, pero os acompaño con el corazón’. Nos ha demostrado una vez más que nos
quiere y después me ha dicho cosas muy bonitas en privado, añadiendo que en los
próximos días quiere hablar conmigo. Estoy contento… Y lo estoy también por las
familias, realmente un espectáculo. Nos consuelan estas familias, están llenas
de generosidad, están llenas de alegría. ¡Es algo impresionante!
Este año se ha registrado un número aún más alto de
familias dispuestas a ir a lamissio ad gentes…
Sí, 270 familias para 54 missio ad gentes. Repito,
¡es un espectáculo! Hemos tenido una convivencia maravillosa en Porto San
Giorgio: 300 familias presentes y todas han aceptado ir por el mundo a
evangelizar y que su destino se elija a suertes. ¡Imagínatelo! Ponían en un
cesta el nombre y en otra la nación. Por tanto, por ejemplo, se sacavaba China
y yo preguntaba: ‘Joaquín, María, con vuestros ocho hijos, ¿aceptais ir a
China?’. ‘Sí’. ‘Muy bien’. Y después otra familia, y otra. Y así cinco familias
que ni siquiera se conocen forman una misión para Asia. Se ha creado realmente
un ambiente dulce, de amor maravilloso. Pensé en el Salmo que dice: «Que bueno
los hermanos juntos… es como el óleo que desciende por la barba’.
Del anuncio del kerygma a los gitanos en las
periferias de Madrid, medio siglo después, el Camino llama ahora a las puertas
de Asia. ¿Cómo procede la obra de evangelización? ¿Y usted cómo la vive?
¿Cómo vivo? Esperando ser degollado…. Por eso,
estas missio ad gentes hacen mucho bien en el mundo, y tienen mucho éxito
también con los musulmanes. ¡Lo digo de verdad! En muchísimas partes donde
mandamos las misiones vienen musulmanes que dice que se sienten realmente
tocados. En los países del Golfo tenemos ya muchas comunidades, y a menudo
tenemos que actuar a escondidas por su seguridad. Yo, mirando todo esto, dije
en la convivencia una especie de ‘profecía’ sobre mí: ‘Cuando bauticemos 100
musulmanes, me matarán’. Por otro lado estamos destinados a eso, los cristianos
están para el martirio. Y yo estaría muy contento porque siendo un pecador, un
indigno, un pobrecillo, ¡si muero mártir se resuelve todo! (ríe).
A la espera del martirio… El Camino, ¿cómo aplicará
concretamente las indicaciones que el Papa ha expresado hoy en su discurso
programático?
Haremos todo lo que podamos, en comunión con la
Iglesia. Todo lo que hemos visto hoy es obra de los obispos. Son los obispos
los que piden las missio ad gentes, no nosotros. Están contentísimos, porque
muchos países se están despertando. Por ejemplo, pienso en Francia: el sur está
lleno de familias en misión y tenemos cinco seminarios. Son una bendición
porque la situación de la Iglesia en Francia, así como en muchos países de
Europa, es una catástrofe: iglesias cerradas, disminución de las vocaciones,
sociedades secularizadas…
¿Tiene alguna anécdota que le haya llamado la
atención especialmente de las contadas por estas familias en misión?
Anécdotas hay verdaderamente muchas… Si tengo que
decir una en particular es la que me ha contado una familia en misión en China,
con cuatro niños pequeños. Un día en un parque, dos de estos niños, uno de seis
y el otro de cuatro años, se encontraron detrás de un arbusto a un feto muerto,
con el corazón fuera del pecho… Impresionados, llamaron a su madre diciendo:
‘Mamá, ¿pero por qué aquí hacen estas cosas? ¡Debemos rezar, debemos
evangelizar!’. Entonces decidieron dar un nombre a este niño muerto, lo
llamaron Mateo, e hicieron una pequeña promesa de no merendar por unos días
para que estas cosas no vuelvan a ocurrir en China. Me he emocionado al
escuchar esta historia, me han recordado a los pastorcillos de Fátima con su
sencillez… E incluso sus padres estaban muy impresionados al contarla y han
comprendido que realmente es necesario un anuncio en un país como China, donde
las tragedias del aborto están a la orden del día, también debido a la política
del hijo único. Imagínese que otra familia, en un pueblo chino, tenía siete hijas,
y cuando iban por la calle un montón de mujeres se detenían a mirarlas y
acariciarlas, a menudo llorando, porque según les han contado se vieron
obligadas a abortar a sus niñas.
Reduciendo el campo a Europa, usted ha dicho que
estamos en un momento en que se raya «la apostasía», también a causa de los
continuos ataques contra la vida y la familia. En este panorama, ¿cuál es la
contribución que ofrecen estas familias que dejan todo y se van a evangelizar?
¡Una enorme contribución! Debemos evangelizar
Europa, porque lo necesita. Pienso, en particular, en mi país, España, donde se
registran más de 600 divorcios al día y donde hay dinámicas políticas que
tienen como objetivo destruir la institución familiar. Por no hablar de muchas
otras naciones en el norte donde la religión está prohibida en las escuelas,
donde se cierran y se venden las parroquias y así sucesivamente. Con todo lo
que está sucediendo, la gente experimenta una profunda soledad, un fracaso, por
eso permanecen profundamente afectadas cuando tal vez les invitan a las
catequesis, encuentran un ambiente de comunión, conocen una familia unida con
hijos, ¡y ya no quieren irse más! Les gusta ese ambiente… Entonces la familia
cristiana, llena de amor, ¡es una bomba en toda Europa!
Fuente: Zenit